Las realidades definen aspectos de una
situación específica. Hablan de lo real, de lo que ciertamente sucede alrededor
de una determinada cuestión. Pero esas “realidades” se ven muchas veces
maquilladas por otras “realidades”
que no son tan ciertas, y que intentan ocultar la verdad que debiera aflorar.
La diáspora caribeña conoce muy bien ese “ejercicio cosmético” para disfrazar la
realidad que les acompaña y les ha marcado a lo largo de toda su historia,
tanto fuera de sus terruños como en los lugares en donde se han establecido.
Y de toda esa amalgama de realidades de los
caribeños y caribeñas, las mujeres han sido las más afectadas en sus
reivindicaciones sociales, porque han padecido la misma suerte que otras
mujeres en todo el mundo. A lo que se suma una realidad presente en la mayoría
de los países de la Cuenca del Caribe como es la Afrodescendencia, lo que supone un plus para la discriminación y
las desigualdades sociales.
La mujer caribeña siempre ha sido combativa y
luchadora, ha perseguido el empoderamiento, y en muchas ocasiones ha logrado
colocarse a niveles insospechados. Lo podemos ver, por ejemplo, en las primeras
publicaciones de los Cronistas de Indias, quienes hablan de una famosa cacica,
reina de Jaragua, quien gobernó durante muchos años en la Isla de La Española.
Poetisa y con un demostrado sentido de Estado, que pertenecía a la etnia de los
Taínos, y se casó con el cacique Caonabo,
rey de Maguana, de la etnia Caribe (con los que los taínos de la isla entraban
permanentemente en conflicto), uniendo ambos cacicazgos y logrando ostentar el
poder de una extensión territorial de más de un tercio de la isla, y la paz
permanente porque los Caribe ya no les atacarían al estar desposada con uno de
sus reyes.
Hablo de la Cacica Anacaona. Considerada por los cronistas como una intelectual y la
que gozaba de un gran respeto en su comunidad, por lo que fue apresada,
torturada y ahorcada en 1502 por las tropas del Gobernador Nicolás de Ovando, a pesar de que ella intentó negociar con los
visitantes.
Las crónicas nos hablan también de la reina Mencía, última cacica de La Española,
quien hizo vida activa en la resistencia aborigen contra los españoles, junto a
su esposo el Cacique Enriquillo.
Pero lo más significativo de los documentos
que leemos referidos a la época colonial es la nula aparición de las mujeres
negras en todo el proceso que supuso la esclavitud y la trata negrera. Esas
primeras mujeres de una diáspora
obligada fueron un elemento fundamental para la configuración de la
realidad social de todo el Caribe. Su participación en la producción a gran
escala de la industria azucarera, que hizo florecer la zona tras el agotamiento
de las explotaciones auríferas, fue tan significativa en términos totales, que
podríamos decir que supera a la aportación de los hombres, como han afirmado
algunos analistas, en términos económicos.
No sólo fueron las que criaron los hijos de
los amos o cuidaron de sus casas y pequeños huertos, si no que también fueron
“braceras” y trabajaron en el corte de la caña y en la producción del azúcar,
así como en la destilación del ron, en la crianza masiva de ganado y facilitaron
la sublevación y la huída de los hombres hacia las montañas, conspirando y
aportando informaciones valiosas para los cimarrones sobre sus amos.
También huyeron a los “manieles” y palenques,
y en muchos de los casos fueron las sustentadoras de la economía, porque
mientras los hombres estaban guerreando, ellas se ocupaban de las siembras y
defendía con todo el ímpetu sus territorios.
El Caribe insular hispánico, que en la idea
de Eugenio María de Hostos siempre
fue uno sólo, se organizó en torno a los movimientos feministas que surgieron
en el mundo. Y este año (2012) podemos celebrar el centenario del movimiento de
las feministas cubanas, donde mujeres como Edelmira
Guerra, Aurelia Castillo o Ana Betancourt, aparecieron reclamando
sus derechos, y dieron pie a que otras mujeres tuvieran el valor de adherirse
al movimiento sufragista y
fundar en 1912 tres partidos de corte puramente feminista como fueron el
Partido Nacional Feminista, el Partido Popular Feminista y el Partido de
Sufragistas Cubanas.
En Puerto Rico la figura de Hostos fue
importantísima para el empuje del movimiento feminista. Este educador, que se
radicó posteriormente en República Dominicana, y está enterrado en el Panteón
de los Héroes Nacionales, defendió ya en el siglo XIX, la educación de las
mujeres y el derecho de estas a la igualdad de oportunidades, pronunciando su
célebre frase en la que reza que “los hombres deben devolver a la mujer el derecho de vivir racionalmente”.
Hostos habla en esta frase de la palabra devolver, entendiéndola como
concepto de “restituir” algo que se ha arrebatado a alguien y ha de ser devuelto
a su a su titular original, a quien realmente pertenece. Por eso la enseñanza “hostosiana”
está muy vinculada a los planteamientos de la poetisa dominicana Salomé Ureña de Henríquez o a la
educadora Luisa Ucema Pellerano.
Esa implicación de hombres intelectuales en
la lucha de las mujeres por la conquista de sus derechos dentro de la realidad
particular de las Antillas, reforzó el movimiento y logró que las mujeres de la
República Dominicana pasaran desde la militancia de Socorro del Rosario Sánchez, tras la proclamación de la República
en 1844, a un movimiento de derechos civiles y políticos de las mujeres verdaderamente
estructurado y con enlaces de apoyo internacionales, que les valieron para
alcanzar una de las metas más deseadas: el
derecho al sufragio.
En esa labor, la militante feminista
dominicana Ana Emilia Abigail Mejía,
jugó el papel más relevante, también llegando a destacar Minerva Bernardino y la poetisa Virginia Elena Ortea. Pero pronto su labor se vio afectada por la
llegada del régimen trujillista en 1930.
Sin embargo, Trujillo arropó los reclamos de
libertad e igualdad de las feministas y, con la intención de dar una imagen de modernidad,
para aparecer como un régimen democrático y liberal, en las elecciones de
1934-1938, Trujillo les permitió ejercer el derecho al voto de forma simbólica.
Las mujeres que sufragaron tuvieron que poner en la boleta la frase: “yo quiero obtener el derecho al voto”.
Con esta maniobra el dictador comprobó el
gran poder de convocatoria de las mujeres y su alto nivel organizativo. Observó
un filón de votos e inmediatamente asumió el movimiento creando una Rama
Femenina del Partido Dominicano, partido único que sustentaba al régimen. Ese
año de 1938 la Presidenta de la Comisión
Internacional de Mujeres, la estadounidense Doris Steven, visitó el país, en un momento en el que Trujillo
necesitaba limpiar su imagen por la recientemente ocurrida “Matanza de los
Haitianos”, de 1937.
Pero no fue hasta el 1942 cuando el dictador
ratificó el derecho de las mujeres a ejercer el voto, incorporando de forma
inmediata a mujeres fieles al régimen como es el caso de Isabel Mayer, quien se presentó a la Senaduría de la República, o
posteriormente a la azuana Milady Felix
De L´Official, quien se convirtió en la primera mujer en ocupar una curul
en la Cámara de Diputados.
Tras el derrocamiento de la dictadura
dominicana, la Dra. Josefina Padilla
se presenta a las elecciones de 1962 como la primera mujer candidata a la
Vicepresidencia de la República, y para la Revolución de Abril de 1965 no
fueron pocas las que empuñaron las armas y se batieron como cualquier hombre en
las trincheras de la ciudad de Santo Domingo, a favor de la vuelta a la
constitucionalidad de 1963.
Cuba otorgó el derecho al voto a sus mujeres
en 1934 y Puerto Rico en 1935. El Caribe insular y continental empezó a otorgar
ese derecho plasmándolo en sus constituciones, por lo que El Salvador aprobó el
derecho al voto femenino en 1939; Jamaica en 1944; Panamá y Guatemala en 1945; Trinidad
y Tobago en 1946; Venezuela en 1947; Surinam 1948; Costa Rica 1949; Barbados,
Haití, Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, San Vicente y las Granadinas, y
Santa Lucía en 1950; San Kitts y Nevis en 1951; México en 1953; Honduras y
Nicaragua en 1955; Colombia en 1957; y Belice en 1964.
Por lo que vemos que el derecho al voto
femenino es relativamente reciente. Está en una media de entre 50-60 años. Pero
ha supuesto el avance más importante en términos de liberación de la mujer. Esto
es, que las mujeres pasaron de ser sujetos adheridos a la voluntad del padre o
del marido, para ejercer por ellas mismas sus derechos como ciudadanas mayores
de edad.
En ese contexto de igualdad, las mujeres
pudieron emprender y desarrollar, por ejemplo en caso de la República
Dominicana, un proceso de “errancia” (palabra que utiliza mucho en sus
disertaciones la escritora puertorriqueña Mayra Santos-Flebes), en el que se desprendieron
de ese yugo que no les permitía avanzar, y comenzaron a salir de la isla, afectadas
por una serie de situaciones que se suscitaron en el país durante la semi-dictadura
de Joaquín Balaguer, donde muchas
mujeres partieron a los Estados Unidos, Venezuela, San Martin, y otras pequeñas
islas del Caribe, buscando una mejor vida. Pero siempre con la idea de volver a
la patria.
Ese elemento de “retorno” siempre ha sido una
constante, pero en la mayoría de las ocasiones no ha podido materializarse
porque las condiciones por las que salieron del país no han mejorado en los
últimos años.
Otra gran oleada de emigración desde Santo
Domingo es la que se ha producido, en un primer momento hacia Italia y Suiza, y
posteriormente a España. Desde finales de los años 80 y principios de los 90 el
flujo migratorio de las dominicanas hacia Europa fue constante. De hecho, mi
realidad es que estoy en España gracias a la Reagrupación Familiar.
Las mujeres llegaron con la idea de hacer
dinero para poder subsistir y volver a su país, pero se encontraron con una
serie de trabas administrativas, con el problema de la regularización, ya que
las leyes españolas no contemplaban la asimilación de un proceso migratorio
masivo, con el que no estaban familiarizados. España siempre había exportado
ciudadanos, pero no los recibía de forma masiva.
Pero esa situación se fue subsanando con los
posteriores Planes de Integración como el Plan GRECO, que fue ampliamente criticado
por sus tintes “asimilacionistas”; o el PISI
(Plan para la Integración Social de los Inmigrantes) y el PECI (Plan Estratégico de Ciudadanía e Integración), que ya
hablan de un modelo “intercultural”, diferenciándose del modelo “multicultural”
británico, que tantos problemas para la integración ha supuesto.
Las dominicanas se establecieron en Europa y
empezaron por traer a sus hijos y por traer a sus maridos. Un proceso
migratorio que ha supuesto un cambio radical tanto en España como en los
propios países de origen.
Pero quiero también señalar que la gran
apuesta por la emigración de los dominicanos y dominicanas era la de cruzar el
Canal de la Mona para llegar a Puerto Rico. Aquella isla, cuyas luces se ven
desde la punta de Higüey, fue durante años el destino más asequible, por los
métodos empleados para llegar, de los nacionales dominicanos.
Cruzar en Yola (o patera, como la conocen
aquí), es una odisea. Muchas vidas se han quedado en el mar y muchos sueños se
han roto. Y algo que parecía ya superado, está volviendo a aflorar por la
situación de extrema desesperación en la que se encuentran las familias
dominicanas por la situación de la economía y las altas tasas de desempleo
registradas, donde más del 35% de la población joven está desempleada, y los
niveles de educación han descendido tanto que en el último informe del Foro
Económico Mundial, de 2011, la República Dominicana está superada incluso por
Haití, que cuenta con una menor renta per cápita.
El caso de las migraciones de los ciudadanos
de Puerto Rico se da por razones distintas. Una de las principales es porque “son
parte y no parte” de los Estados Unidos, y una gran cantidad de boricuas
reside en el continente y la otra se encuentra en la isla. Los movimientos
independentistas puertorriqueños no han encontrado el suficiente predicamento o
adhesión de la mayoría ciudadana. Sin embargo, los puertorriqueños mantienen su
identidad y no permiten, quizá de manera no consiente, y a pesar de la gran
influencia americana, la eliminación de sus rasgos identitarios como el pueblo
y nación que es Puerto Rico.
Y respecto a Cuba, que es un caso sumamente
particular por lo que ha supuesto el régimen castrista y el embargo impuesto a
la isla; su emigración, en gran medida es, salvando la situación de carencias,
el no poder cubrir las necesidades básicas y la gran crisis económica en la que
está sumida Cuba desde hace años, se produce por razones políticas. Hay una
gran comunidad emigrante cubana, tanto en Miami, donde se repite la misma
situación que entre República Dominicana y Puerto Rico con los “balseros”, y
los que están viniendo en Europa y se han radicado aquí, conformando una
comunidad, que aunque no es muy numerosa como la ecuatoriana o la marroquí, o
incluso la dominicana, es importante.
El movimiento de las Mujeres de Blanco es uno de los que goza con mayor reconocimiento
internacional, y como saben ustedes, está liderado por mujeres que defienden
los derechos de los opositores al régimen de los hermanos castro. Por tanto,
volvemos a hablar de mujeres como luchadoras.
Las reivindicaciones sociales de los
emigrados que se han establecido en distintos países se han centrado en el
reconocimiento de sus derechos de ciudadanía. En la eliminación de las barreras,
porque todos somos seres humanos, que en algún momento de nuestras vidas nos
podemos ver compelidos a movernos, como está sucediendo en estos momentos que
salen más personas hacia el extranjero que las que entran, por los graves
efectos de la crisis económica, que ha desestabilizado naciones que se creían
fuertes y ha destapado una realidad a la que muchos hicieron ojos ciegos.
Actualmente en España los extranjeros gozan
de los mismos derechos que los nacionales. Sólo no se les está permitido
ejercer el derecho al voto en las Elecciones Generales, pero sí, y gracias a la
ley de voto de los extranjeros promulgada hace un año por el anterior gobierno,
los nacionales de países que hayan suscrito acuerdos de reciprocidad con España
pueden ejercer el derecho al voto en las elecciones municipales allí donde
residan. Lo que supone un avance importantísimo en el reconocimiento del
estatus de ciudadanía.
Esas mujeres, principalmente, que llegaron
hace muchos años a España con la idea de volver, han terminado quedándose aquí.
Se han establecido y contribuyen al crecimiento económico, y también sufres las
desgracias de la crisis. Esas mujeres fueron las primeras en organizarse y
formar asociaciones que han evolucionado y que hoy podemos decir que existe un
gran movimiento asociativo de mujeres y de hombres, también, nacidos en otros
países.
Pero es que ya vamos por las segundas
generaciones, lo que supone una pluralidad, una multietnicidad y una interrelación
multilingüe que, sin duda enriquece esta nueva sociedad, más global.
Pero también los movimientos sociales de los
países de acogida, como son el movimiento LGTB en España o en los Estados
Unidos, y los avances que han logrado, se están extrapolando a los países de
origen. Muchas de las legislaciones en esa materia han cambiado, y eso, en
cierto modo, es debido a los procesos de intercambio entre unos y otros.
Todos esos movimientos ciudadanos son parte
de un proceso sumamente complejo. Y las mujeres han sido las protagonistas
reales de esos cambios y transformaciones que se están produciendo en nuestros
países. Las mujeres siempre están a la vanguardia y en pie de lucha. Son
merecedoras de todo el respeto porque ellas, ustedes son las verdaderas
transformadoras del mundo.