sábado, 26 de enero de 2013

DUARTE: DOSCIENTOS AÑOS.

Mucho se ha escrito y demasiado se ha hablado del fundador de la República Dominicana, Juan Pablo Duarte y Díez. La bibliografía sobre el urdidor de la conjura independentista es amplia y variada, y a pesar de eso la generalidad de las crónicas sobre el General Duarte son demasiado "ideales", poéticas,  incluso divinas, cuando lo que realmente echamos en falta es conocer su parte más humana. 

De la vida personal de Juan Pablo se ha escrito también bastante, más bien se ha especulado, porque nunca nos ha quedado del todo claro si en realidad Juan Pablo Duarte tuvo esposa (son conocidos sus amoríos con varías señoritas de la ciudad de Santo Domingo) o si dejó descendencia. La figura del Padre de la Patria ha sido endiosada de una manera tal que nos ha impedido conocer eso que también formó parte de su vida. 

Indudablemente Juan Pablo Duarte es el ideólogo del movimiento independentista, que, dicho sea de paso, es conveniente aclarar confluyó y se alimentó de otros movimientos como el de los separatistas afrancesados, aglófonos, pro-ingleses o pro-hispanos y por los reformistas haitianos que buscaban derrocar al dictador Boyer y poner un gobierno nuevo para toda la isla, con mayores grados de representatividad política. 

Duarte apoyó las aspiraciones reformistas que dieron con el nombramiento de Charles Herard como Presidente de la República de Haití (de la que la parte Este, hoy República Dominicana, formaba parte, aunque muchos historiadores se empeñen en borrar esa referencia de sus obras). Duarte era oficial del Ejército Haitiano; Duarte trabajaba a diario con separatistas y reformistas, por lo que es de suponer que el proyecto de independencia no salió de la nada. Se fraguó precisamente en las entrañas de esa convivencia con unos y con otros. 

Lo que hizo triunfar la independencia fue el empeño de hombres como Francisco del Rosario Sánchez, Ramón Matías Mella o Félix María Ruíz, "trinitarios" todos, que pudieron continuar con las negociaciones en secreto tras la partida de Duarte al exilio en 1843, perseguido por el Gobierno. 

Duarte encendió la mecha, y los trinitarios continuaron avivándola hasta que el 27 de febrero de 1844 Sánchez elevó a los cielos por primera vez la bandera tricolor de la República Dominicana. 

Volvió a la tierra amada y fue proclamado por el pueblo como Presidente de la República. Sin embargo, no aceptó la distinción hasta tanto no se celebraran elecciones en las que fuera elegido el mandatario por el voto ciudadano. Esta es una prueba de su gran conciencia democrática.

Los gobiernos que se sucedieron durante la Primera República no se portaron bien con él. Santana lo desterró a perpetuidad, y a continuación entregó el país a la Reina de España, Isabel II, quien mandó a ocuparlo inmediatamente. Pero los dominicanos pudieron con las huestes del gran ejército español desplegado en la isla, y vencieron. 

Duarte volvió a estar allí, en las batallas del Cibao por la Restauración, al igual que estuvo en la Línea del Sur en los combates contra el ejército de Herard, tras el grandioso triunfo en la Batalla de Azua, el 19 de marzo de 1844. Pero volvieron a mandarle al extranjero, esta vez con la excusa de que sirviera a la Patria como representante ante los gobiernos de Sudamérica.

Era una ficha incómoda porque suscitaba simpatía en el pueblo. Por eso no era bueno tenerlo en el país. Por eso se deshicieron de él. Por eso lo sentenciaron a vivir exiliado en Venezuela, condenado al ostracismo, a morir fuera de su patria, enfermo, olvidado y en la más absoluta miseria. 

Duarte es el ejemplo perfecto de la pureza y la entrega sin condiciones a una causa. Su causa fue conquistada, pero a lo que dio forma, junto a otros dominicanos y dominicanas, está siendo destrozado por segundos. Los males de la República Dominicana parecen eternos, y lo peor es que la clase política no ha aprendido ni uno sólo de los ejemplos que Juan Pablo dio. 

Doscientos años desde su nacimiento, lo tenemos en el recuerdo. Hoy es día de júbilo porque nos queda todavía un hueco para la esperanza. 

martes, 15 de enero de 2013

EL PRD EN SU LABERINTO


La situación del Partido Revolucionario Dominicano es dramática. Unas pugnas internas, que tienen muchos tintes personales, se han adueñado de la normalidad del partido democrático más importante de la República Dominicana.

El partido que ha dado más presidentes de la República (Bosch, Guzmán, Majluta, Jorge Blanco, Mejía); el partido cuyos cientos de dirigentes han liderado la lucha antitrujillista, tanto en el exilio como tras su vuelta al país con la oposición frontal al gobierno fascista de Joaquín Balaguer; el partido que llamó al pueblo a las calles en 1965 por la defensa de la Constitución de 1963, violada tras el golpe de estado contra la democracia, perpetuado por las huestes conservadoras instaladas en los cuarteles militares y las oficinas de los poderosos del país.

El Partido del Pueblo y de la Libertad se enfrasca en una pugna interna que no es otra cosa que una lucha por el control de la organización. Una lucha que a la militancia, a los que hacemos que cada día el partido sea más grande, los que nos dejamos la piel en cada proceso electoral, los que estamos cada día con los compañeros y compañeras en las ciudades, los pueblos, los pequeños municipios, en los barrios y en las seccionales del exterior, nos avergüenza.

Una pugna interna que asquea a cualquier demócrata porque las formas autoritarias con las que se dirimen las desavenencias nos recuerdan a tiempos pasados y a cánceres que deberían estar superados en pleno siglo XXI.

El PRD se ha instalado en una lucha entre caciques que no tiene más objetivo que disponer a su antojo de la voluntad de aquellas y aquellos que depositamos nuestra confianza en los líderes de la institución. El PRD se ha convertido en un partido sin proyecto social creíble, porque no nos ocupamos de explicarle a la militancia y a la sociedad en general cuál es nuestro proyecto de país, qué es lo que queremos brindar al pueblo dominicano.

El PRD se aleja cada día más de las posturas socialdemócratas que lideran países como España o Francia, donde hay unos partidos socialistas con unas claras convicciones progresistas que dentro del PRD parecen imposible instaurar, debido al grado de conservadurismo que se ha adueñado de la dirección. Y se aleja de las posiciones que deberíamos abrazar con los ejemplos latinoamericanos de Brasil, Argentina o la propia Venezuela. Si somos izquierda hagamos izquierda. Pero es que a veces ni siquiera sabemos lo que somos.

Un ejemplo claro de eso es la vergonzante “cuota femenina” del 33%, una cuestión que ya debería estar eliminada en favor de la paridad total entre hombres y mujeres, otorgando a estas últimas el 50% de los cargos de dirección y de representación política, ya que incluso es el voto femenino el que hace ganar al PRD elección tras elección. Si somos progresistas apliquemos las políticas progresistas. Pero no, preferimos desgañotarnos una y otra vez.

Esta es la enésima vez en la que el PRD se enfrenta contra el PRD. Un ejemplo devastador para la sociedad que nos llevará sin duda a una profunda depresión política, y quizá a una nueva escisión, con los trastornos que eso produce y que conocemos bien.

El PLD, el PRI, el BIS y el PRSD son escisiones de nuestro partido que se dieron porque en su momento quienes dirigían el partido no supieron manejar esas crisis internas, lo que dio con la creación de otros partidos independientes, uno de los cuales, el PLD, ha pasado del sospechoso marxismo de Juan Bosch a las posiciones más conservadoras de la derecha dominicana, y que se perpetúa en el poder gracias a las mañas aprendidas por sus dirigentes, heredadas del sanguinario Balaguer.

Yo no voy a entrar en valoraciones apasionadas. No voy a defender ni a unos ni a otros. Voy a hablar de mi partido, que es lo que realmente me importa, y haré un análisis jurídico de lo que representa esta nueva expulsión dentro del seno del PRD.

Lo primero que hay que decir es que me gustaría leer íntegramente la resolución salida del seno de la Comisión Nacional de Disciplina para conocer cuáles son los argumentos jurídicos que se han aplicado en la sanción impuesta a Hipólito Mejía, Andrés Bautista, Orlando Jorge Mera y Geanilda Vásquez.

Leyendo los Estatutos del partido, de lo primero que uno se da cuenta es de que los mismos adolecen de una serie de aclaraciones que son necesarias para la comprensión correcta del texto. Es decir, que el mismo menciona figuras orgánicas que luego no son explicadas específicamente ni su razón de ser ni la función que desempeñan. Por lo que es fácil concluir que los Estatutos del PRD necesitan una profunda revisión para su modificación inmediata y la subsanación de esos defectos de forma.

Cuando vamos al Capítulo XI, referido a las Comisiones de Control y los Consejos de Disciplina, lo primero es que en el mismo no se explica qué es una Comisión de Control. Lo que hace el artículo 42 es decir que existirá ese organismo junto al del Consejo de Disciplina, para luego pasar los siguientes artículos a describir cómo se integran, cómo se eligen, cuáles son sus atribuciones, etc.

Lo mismo pasa con los Consejos de Disciplina: no se explica lo que son, pero inmediatamente después le asigna funciones a desarrollar. Se establecen una serie de faltas y unas sanciones, y precisamente ahí es donde está el problema más grave, ya que no se establece una graduación de las faltas (por poner un ejemplo, no se definen cuáles son faltas graves y cueles son faltas leves), a pesar de que el artículo 52 dice expresamente “según la gravedad de la falta los Consejos de Disciplina impondrán las sanciones siguientes”.

Y yo me pregunto ¿cómo conocen los fiscales del Consejo de Disciplina la gravedad de una falta si no está preestablecida? ¿Cómo se puede sancionar un hecho que no guarda correspondencia legal con ninguna falta? Es algo incomprensible y que choca frontalmente con el Principio de Legalidad y afecta enormemente a la seguridad jurídica.

Además lo que dice el artículo 51 cuando se refiere a que “son faltas sujetas a juicio disciplinario en el Partido, entre otras, las siguientes” es un caso insólito. ¿Cómo que “entre otras”? ¿Cómo es posible que un partido político con la trayectoria del PRD se permita amparar la inseguridad jurídica en el propio instrumento por el que se rige, que son sus Estatutos, con tantos prestigiosos abogados que tenemos en la dirección del mismo? ¿Cómo es posible que se dé carta blanca a un Consejo para considerar cualesquiera razones como faltas y así crear un amplio abanico de posibilidades de sanciones que llegarían hasta el infinito?

Las faltas deben estar establecidas con la graduación de la gravedad que les corresponda. Eso en la República Dominicana o en la Conchinchina. Y sus sanciones deben ser las que correspondan a esa gravedad. Un partido político no es un relajo, es un instrumento de la democracia y debe ser ejemplo para la sociedad. Debe practicar lo que defiende, y si el PRD defiende la legalidad, la justicia social, la libertad, la democracia, debe aplicarlas dentro de sus filas antes de salir a pregonarlas.

A la espera estoy de conocer cuáles son los argumentos que se han utilizado para expulsar a perpetuidad a Hipólito Mejía y a Andrés Bautista del Partido, y cuáles son los que se han  utilizado para que Jorge Mera y Geanilda Vásquez sean suspendidos durante dos años. Porque el argumento de que han “cometido actos de indisciplina” no es válido si no se especifican cuáles son esos actos.

No se puede juzgar a nadie si no existe ley, reglamento o mandato previo que lo establezca. En eso se basa la legalidad. Actos de indisciplina ¿en qué consisten los actos de indisciplina? Alguien debe explicarlo, aunque pueda parecer obvio. Los estatutos deberían recoger la definición que considera el Partido de lo que son “actos de indisciplina” para establecer si la discrepancia o el enfrentamiento interno encajan con lo que el Consejo ha determinado que son “actos de indisciplina” en el caso de estos cuatro dirigentes.

Fuera de estos supuestos de “actos de indisciplina”, que como digo no sabemos qué son, no veo ninguna razón con peso jurídico que haga que el Consejo de Disciplina sancione tan gravemente a los cuatro dirigentes mencionados. Ha habido un juicio sumario en el que los únicos que salen perjudicados son los militantes.

¿Cómo se establece la gravedad de una falta si ni siquiera se ha regulado la existencia de la gravedad de esas faltas? Esto no es una decisión que se pueda tomar a la ligera. Debe haber un fundamento jurídico que lo sustente. Y no lo veo por ninguna parte por lo que vuelvo a repetir: no hay una relación entre las supuestas faltas y las sanciones a aplicar, que por demás se han aplicado de forma arbitraria por no cumplirse el Principio de Legalidad. Y un instrumento como unos Estatutos no pueden ser interpretados al antojo de quien ostente el poder en un momento determinado.

Hipólito Mejía no es un cualquiera. Fue Presidente de la República Dominicana representando las siglas del PRD. Andrés Bautista no es un cualquiera, fue Senador de la República y Presidente del Senado. Son personalidades importantes de nuestra institución y de la República y merecen un respeto, por más pugnas internas que haya, que deben resolverse tranquilamente en el patio de nuestra Casa Nacional, y no haciendo un circo mediático que lo único que hace es restarnos credibilidad y lo que demuestra al país y al mundo es que no estamos capacitados para llevar las riendas de esta Nación, que tanto necesita de un cambio social y un enderezamiento institucional.

Espero que superemos esta crisis, y que el próximo proceso democrático se desarrolle con la mayor libertad, por el bien del PRD si queremos volver a gobernar y dar el giro positivo que necesita la República Dominicana.