miércoles, 29 de diciembre de 2010

JUAN NO ES NEGRO, ES MULATO (segunda parte).

La locura del dictador Trujillo y de algunos de sus predecesores por intentar "blanquear" la población dominicana toca directamente a los fundamentos de la República al otorgar casi de forma exclusiva los méritos de la independencia a Juan Pablo Duarte y Díez, que es, sin duda alguna, el ideólogo que encendió la mecha del republicanismo y quien organizó los movimientos clandestinos que dieron como resultado la proclamación de la separación de Haiti en 1844. Sin embargo, no deja de ser curioso cómo un hombre que al momento de proclamarse la República y estallar el conflicto bélico entre la incipiente nación y el gran y robusto ejército haitiano no se encontraba en la isla sea, a todos los efectos, el Padre de la Patria. Los méritos de Duarte no son discutibles, pero resultan interesados cuando se comparan con el arrojo y el valor de Francisco del Rosario Sánchez y Betancourt.

La comparación entre Duarte, criollo, hijo de una familia de comerciantes españoles acomodada y Sánchez, mulato, descendiente de libertos, puede explicar de alguna forma esa fobia de muchos historiadores y políticos dominicanos de tener a un afrodescendiente en lo más alto del Altar de la Patria. Pero el mérito es suyo y finalmente la patria ha sabido reconocerlo, a pesar de que los propios pintores se empeñen en recrear imágenes de Sánchez, el fundador de la República Dominicana, con varios chorritos más de leche en el café.

Sánchez se convirtió, tras la salida apresurada de Duarte al exilio, en el líder del movimiento clandestino que aprovechó las luchas del reformismo en el seno del gobierno haitiano y que provocaron el golpe contra Boyer y el encumbramiento de Charles Herard a la presidencia. Fue un hombre de movimiento y sumamente comprometido con el ideario republicano y bajo su mando se da fecha a la proclamación de la independencia que se hace en la Puerta del Conde, una de las entradas a la ciudad amurallada de Santo Domingo, y es quien iza por primera vez "la bandera cruzada".

Se convirtió en el primer presidente de la República al ser designado por sus compañeros "trinitarios" para dirigir la Junta Central Gubernativa provisional que se organizó la noche del 27 de febrero. Aunque por poco tiempo, porque tuvieron los independentistas que pactar con los afrancesados y los pro-españoles para mantener la estabilidad del nuevo estado, entregando la dirección de la Junta a Tomás Bobabadilla y Briones.

El principal líder de la independencia, el que proclamó la República, el Padre de la Patria, el primer jefe de estado de la República Dominicana era afrodescendiente. Pero no sólo Sánchez sufrió en carne propia las veleidades de los burgueses traidores a la patria. Otro vilipendiado fue Antonio Duvergé, héroe de la Batalla de Azua del 19 de Marzo de 1844, fusilado por órdenes de Pedro Santana, un hispanófilo acérrimo y blanco que se quedó con los méritos de aquella batalla y las luchas que se dieron por la Línea del Sur en la Primera Campaña de la independencia.

Buenaventura Báez, también presidente de la República, aunque sumamente afrancesado, era afrodescendiente, hijo de blanco y negra liberta. Gregorio Luperón, Ulises Heureaux, Pedro Benoit, entre otros, también lo eran. De lo que extraemos que no había un cierto impedimento para que los negros o los mulatos entrasen a formar parte de la vida pública ni desempeñasen sus profesiones en el ámbito privado (por ejemplo, Sánchez era abogado), cosa que justamente hay agradecer a los años de ocupación haitiana, ya que desde que las huestes de la vecina República traspasaron el Artibonito, en 1822, tras la fallida configuración del Estado del Haití Español proclamado en diciembre de 1821 por José Nuñez de Cáceres, se abolió definitivamente la esclavitud en la parte Este de la isla.

Los padres de la patria lucharon por una nación multicolor como lo es la República Dominicana, y se constata, desde entonces, la inexistencia de un racismo real, sino la concurrencia de un elemento identificativo diferenciador alimentado y pretendidamente justificado por las diferencias con la vecina República de Haití.

El afán de unos pocos por lograr una realidad inexistente hizo que "El Chivo", el gran distador, llegara al absurdo de ordenar la masacre de miles de ciudadanos haitianos y dominicanos negros. Esa locura procuró también reconocer a Sánchez (aunque quien realmente impuso su reconocimiento años antes fue el ex-presidente Lilís). Pero a un Sánchez más clarito de lo real y flanqueando a Duarte, en lugar de ser al revés, y al lado de Ramón Metías Mella y Castillo, otro blanco cullos méritos son puestos en tela de juicio por algunos historiadores quienes señalan que su puesto debería ocuparlo Luperón, el negro que lideró el movimiento en contra de la anexión española de 1861.

En la Puerta del Conde, en Azua y en la Guerra de la Restauración tenemos a tres afrodescendientes. Son los Padres de la Patria junto a tantos otros que dieron todo y sólo encontraron el destierro o la muerte misma.

JUAN NO ES NEGRO, ES MULATO (primera parte).

Cuando Pepa Lembé llamó negro a Juan Mandinga éste puso el grito en el cielo, y salió al paso diciendo "Juan no es negro, es mulato". Este pequeño relato, aunque salido de forma jocosa, es una constante realidad que refleja, entre otras cosas, el miedo a reconocerse como Negro, o más bien, a que te lo llamen. La reflexión me vino a la mente tras en una reunión con los Afrosocialistas, equipo al que orgullosamente pertenezco, salió a colación la constante de los nacionales dominicanos que no se reconocen cuando se les llama negros.

Esto es así, pero no exactamente de esta forma. Para explicar este fenómeno de una manera entendible es preciso mencionar una serie de circunstancias de carácter histórico, político, social e incluso religioso que se dan en los dominicanos y que han traído como consecuencia ese discurso falso, sin que por eso deje de ser probable, y que me gustaría reseñar con el fin de que la gran excusa de Juan ("no soy negro, soy mulato"), se entienda en el contexto real de la experiencia dominicana.

Por supuesto que todo se remonta a la época de la colonización y el lastre de la esclavitud que sufrió el pueblo africano en toda América. Particularmente en lo que hoy se denomina República Dominicana la historia corrió un tanto al margen de las realidades de los demás países independientes de habla hispana del continente americano. La despoblación de la parte occidental de la isla de La Española por orden del gobernador Osorio, a causa de las incursiones piratas que tenían lugar en la denominada Banda del Norte, y la ocupación por los corsario de la isla de Tortuga, a la que convirtieron en su base de operaciones, dio como resultado el establecimiento de poblaciones de comerciantes que actuaban al margen de la ley y trajo como consecuencia una paulatina, pero decisiva en el devenir político, ocupación de las zonas despobladas por parte de los franceses.

Esa zona se convirtió en una próspera colonia llamada Haití, la joya de Francia en el Caribe, la que mediante la floreciente industria azucarera dio un empuje espectacular al comercio en la zona. Desde África llevaron a la isla miles y miles de negros en calidad de esclavos, y pronto la población negra superó en numero a los pocos blancos que residían en ella. La isla estaba dividida políticamente y las dos colonias actuaban (oficialmente) de espaldas. La parte española era muy diferente a la parte francesa, ya que la base de su economía era la ganadería, aunque la industria del azúcar consiguió también un gran empuje.

Al llegar los movimientos independentistas alentados por la Declaración de los Derechos del Hombre y tras la independencia de las trece colonia británicas del norte de América, Haití se convirtió en la segunda república nacida en el Nuevo Mundo, la primera latinoamericana y la primera república negra, en 1804. La primera experiencia republicana de la parte española no llegó hasta 1821, cuando José Nuñez de Cáceres proclamó la independencia del Haití Español. En 1822, los descreídos de la nueva república en unión a los afrancesados y los recelosos con España prefirieron unirse a Haití y con lo que llega la denominada "ocupación haitiana" que, hasta 1844, intentó cuajar una república unificada en la isla de La Española, pero que las diferencias de idioma y costumbres no pudo conseguir; por lo que al proclamarse la independencia de la República Dominica se inicia una guerra cruenta que hace crecer el odio entre los pobladores de ambas partes de la isla.

Los dominicanos, cuya burguesía blanca hispanófila era la que dominaba todos los estratos sociales y políticos, utilizó el discurso racista y despectivo en contra de la "república de los negros" de Haití, porque tanto L´Overture como Boyer o Herard eran negros, y toda la clase política haitiana también lo era. El mulataje en república dominicana se dio desde muy tempranas épocas, cosa que sucedió en muy menor medida en Haití. Y el peso político del discurso xenófobo se adueñó de las conciencias de los dominicanos. Por tanto, este elemento histórico de defensa ante el "ocupador", esa diferenciación que viene desde los altos estratos sociales se ha extendido y perpetuado. El dominicano se autodefine mulato, mestizo o mezclado, para diferenciarse del "negro haitiano". Este mulataje, según las estadísticas es contrastable, ya que más del 60 por cien de la población dominicana pertenece a la mezcla entre la raza blanca y negra. En torno al 20 por cien de la población es blanca sin ningún tipo de mezcla y entre un 6 y un 10 por cien pertenecen a la raza negra sin mezcla alguna. El resto pertenecen a comunidades como la china, árabe o indígenas americanos.

La dictadura de Trujillo, heredera de ese discurso racista (por demás incomprensible porque su abuela era haitiana), llegó al extremo de ordenar en 1937 la masacre de más de siete mil haitianos que residían en la República Dominicana (en la que los padres del extinto líder del Partido Revolucionario Dominicano, José Francisco Peña Gómez, de ascendencia haitiana, fueron asesinados). El ser tan oscuro como el café y no tener ni un chorrito de leche bastaba para que te pasaran por el machete. Algo tan absurdo como el no pronunciar correctamente la palabra perejil (que los haitianos, por razones de su idioma, el francés, pronuncian con una R gutural), se convertía en tu pasaje hasta la muerte. Cientos de dominicanos negros perecieron en la masacre, por el afán del dictador de blanquear la población, para cuyo fin, de la mano del dictador español Francisco Franco empezó a recibir españoles provenientes de las Canarias a los que les daba tierras y casas y creó barrios nuevos en cada ciudad del país con el fin de que se mezclaran con la población mulata y así "aclarar" a los dominicanos.

La persecución de los haitianos, que fue un acto cruel y despiadado trajo como consecuencia un elemento psicológico importante que se apunta como un segundo elemento que explica el rechazo de los dominicanos a llamarse negros. El ser mestizo te garantizaba la vida, el tener descendencia con una blanca aseguraba a tus hijos un respiro en la discriminación racial. Porque sí, serían negros, pero mucho menos que tu.

En el aspecto religioso la sociedad dominicana se ha definido desde siempre como una sociedad católica, hasta el punto de que el lema de la república es "Dios, Patria y Libertad". Las sucesivas constituciones dominicanas desde 1844 han proclamado el carácter confesional del estado, hasta que finalmente se ha reconocido la libertad de culto y se ha establecido una línea bastante clara entre el Estado y la iglesia (aunque en realidad la iglesia católica tiene mucho poder). La República de Haití era una república llena de hechiceros, zombis y vudú. Ese era el discurso de la iglesia para justificar las diferencias con la vecina nación. El cristianismo de los dominicanos vs. el paganismo y la hechicería de los haitianos.

En una sociedad en la que la iglesia tiene tanto poder y en la que desde las propias instituciones republicanas se inculca el amor incondicional a Dios y la entrega sin miramientos a la causa cristiana la palabra de las figuras representativas del clero es determinante para la creación de una conciencia de rechazo a todo lo que represente lo contrario a ese dogma. El vudú es de negros, es brujería, es maligno, es del Diablo, es lo que se viene escuchando desde hace quinientos años en Santo Domingo. Una excusa más para que el dominicano se desprenda de la idea de pertenecía a la comunidad negra. Sin embargo, el dominicano no niega que es afro, o que tiene ascendencia afro. La negación se da cuando sale la palabra Negro. Negro es el haitiano. El dominicano no es negro, es mulato, es mestizo, es mezclado. Esa es la dinámica, ese es el discurso, esa es la excusa.

Lo cierto es que aunque defendamos la dignificación y la visibilización de las comunidades negras y sus afrodescendientes no podemos negar una realidad existente, principalmente en los países latinoamericanos, y de forma muy especial en los de la zona del Caribe (Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Panamá, República Dominicana, etc.) y es que el mulataje existe, que los mestizos también pertenecen a nuestra comunidad tanto como lo son de la comunidad blanca, que lo que defendemos son "realidades", no una especificidad. somos negros de muchos colores y con muchas mezclas, por tanto, habría, más que hablar de Negro, generalizar para enmarcar dentro de esa realidad a las demás realidades y utilizar el término afrodescendiente porque recoge todo lo que somos.

LA REFORMA DE LAS PENSIONES (O LA DEMAGOGIA DESMEDIDA Y LA IRRESPONSABILIDAD DE LA OPOSICIÓN)

Siempre habrá tiempo para criticar las medidas impopulares de los gobiernos y más si las misma las adopta un gobierno socialista como el que preside José Luis Rodríguez Zapatero. Pero éste no es el caso. Para lo que no hay realmente tiempo es para seguir haciendo la vista gorda y pasar de largo ante la previsible insostenibidad del sistema de las pensiones que, según los expertos, al ritmo que vamos no habrá quien pague las pensiones de los que hoy nos encontramos en edad laboral.

El argumento de los partidos colocados más a la izquierda del PSOE es sumamente válido, pero carece de fundamentos cuando nos enfrentamos ante los datos estadísticos que nos arrojan día tras día los expertos en el tema. Las conquistas sociales como la jornada de ocho horas o la propia jubilación a los 65 años son logros innegables del estado social en el que vivimos. Son derechos que adquirieron para las generaciones presentes y futuras los que lucharon hace décadas por las libertades y los derechos sociales en el período de la Transición.

Sin embargo, todo eso que nos ha servido y que han conseguido los históricos de las luchas sociales tiene, necesariamente, que ser revisado. Revisado no porque, como algunos aquivocadamente argumentan, se nos supriman derechos, sino porque para seguir manteniendo los mismos derechos hay que hacer un acto de sacrificio en momentos de crisis. Y no sólo porque sean momentos de crisis, sino porque hablamos de nuestro futuro.

En 1975, por ejemplo, la media de edad en la que un jubilado percibía una pensión se situaba en 5 años. En la actualidad esa media ha aumentado hasta los 15 años. Por tanto, se ha triplicado a razón de que la esperanza de vida ha aumentado considerablemente en España.

La derecha, por su parte, es que no tiene argumento alguno que defender. Están abonados al cupón del NO. Y como dijo el ministro Blanco, a Rajoy lo tendíamos que incluir en la Generación NI-NI porque ni trabaja ni colabora ni ayuda. Su misión es conseguir el mayor rédito electoral así sea a costa no apoyar ningún gran pacto de estado.

Los datos son claros. Si miramos la tabla de previsiones diseñada para explicar la necesidad del aumento de la edad de jubilación de los 65 a los 67 años nos encontramos con que de los más de 8.600.000 jubilados de 2010 en 2020 pasaremos a la cifra de 10.100.000. Pero en 2030 aumentará hasta los 12.500.000 y en 2040 habrán más de 15.300.000 jubilados. En sólo diez años (de 2030 a 2040) habrá aumentado en más de cuatro millones la cantidad de jubilados. Y ya en 2050 la cifra se acercaría a los 18.000.000.

La Agencia Social Europea, en el marco de la llamada Estrategia de Lisboa, aprobada en el Consejo Europeo de 2000, celebrado en Lisboa bajo la presidencia de turno portuguesa, marcó las líneas y los objetivos de las políticas sociales europeas para los próximos diez años. Llegado el 2010 el Consejo Europeo aprueba la Estrategia 2020, en la que se enmarca El Libro Verde de las Pensiones "en pos de unos sistemas de pensiones europeos adecuados, sostenibles y seguros".

Ya en el informe que la Comisión del Pacto de Toledo elaboró en 2003 se puso de relieve que la mayoría de los estudios y proyecciones sobre la evolución demográfica en España, tanto a medio como a más largo plazo (a partir de 2049), se refleja una disminución de la tasa de natalidad que se verá acompañada de un aumento de la esperanza de vida al nacer, lo que traerá como consecuencia un envejecimiento de la población. "Con carácter orientativo cabe anticipar que, a día de hoy, la esperanza de vida (no al nacer, sino una vez cumplidos 65 años) es de 19,1 años más para los varones, y de 23,1 años más para la mujeres. A partir de 2048 se calcula que la esperanza de vida se incrementará hasta alcanzar 21,9 años en los hombres y 26,15 en las mujeres. Para 2060 la esperanza media de vida al alcanzar los 65 años crecería, aproximadamente en 2 años más para ambos sexos" (Borrador definitivo del Pacto de Toledo).

Estos datos son más que suficientes para asumir la responsabilidad de resolver el problema futuro de las pensiones. Si se mantiene esta tendencia sin atajarla el sistema de pensiones entraría en déficit en 2023. Pero, además, la cuestión está en que el aumento de la edad de jubilación no afecta a todos los jubilados por igual. Sólo será obligatoria, de llegar a aprobarse, a partir de 2025, empezando a darse de una forma gradual desde 2013. No afectará a las pensiones de viudedad ni a las pensiones no contributivas y el acceso a la jubilación anticipada para las profesiones de mayor riesgo se seguirá manteniendo.

La irresponsabilidad de la oposición es mayúscula y no refleja más que una acción desesperada por arañar votos y descalificar en todo momento las acciones del Gobierno de España, que son las correctas si atendemos a la realidad socio-económica actual.

La supresión de derechos que alegan los partidos de izquierda no es tal, no es real. Se han dado unas nuevas situaciones que condicionan la acción efectiva del Gobierno y han hecho, desgraciadamente, cambiar el programa electoral. Pero eso es gobernar; tomar decisiones aveces duras y no vivir en los mundos de yupi. Un Gobierno que ha invertido en dependencia, que ha aliviado las cargas de muchas familias al entregar en los tiempos de bonanza económica el cheque-bebé, con el fin último de incentivar la natalidad. Un gobierno que ha aumentado en más de un 23% el poder adquisitivo de los pensionistas cuando en los ocho años de Aznar esa cifra no se acercó ni al 5%.

Es un gobierno socialista, un gobierno social al que en estos momentos le ha tocado las vacas flacas. Pero es de buen ciudadano arrimar el hombro, es de buen español remar juntos río arriba hasta llegar, aunque cueste, aunque a nosotros mismos nos cueste.