La historia del mundo está configurada por los movimientos migratorios. La gente se mueve, siempre lo ha hecho, y lo seguirá haciendo.
América sufrió un largo proceso de mestizaje gracias a las personas migradas desde las distintas potencias europeas que pugnaban en los mares por consolidar su poder durante los siglos XVI, XVII y XVII. Pero no sólo por ello. Las migraciones forzosas de millones de africanos, con lo indignante del proceso de la esclavitud, terminó por convertirse en un aspecto positivo que ha llegado a contribuir a la conformación de una sociedad multicolor en Las Américas.
Europa también ha sufrido esos procesos migratorios, tanto dentro del propio continente como por su cercanía con el Norte de África, ahora y hace muchísimos siglos.
Hoy conmemoramos el Día Internacional del Migrante, una fecha señalada por la ONU para recordar esos flujos migratorios que modifican de forma constante la demografía de muchas naciones, que han cambiado el rostro de muchos países y que les han enriquecido social y culturalmente.
EEUU, la primera potencia del mundo, es el paradigma de una nación surgida gracias a la migración. El respeto a la diversidad es la tónica general, a pesar del surgimiento de voces con tintes xenófobos y racistas, alimentados con discursos islamófobos, que peligrosamente se reproducen en muchas naciones europeas.
En gran medida, las razones por las que las personas deciden emigrar son de carácter económico, buscan la mejora de su calidad de vida y ven en otros países las oportunidades que no tienen en sus lugares de origen.
Otras veces son razones políticas las que hacen que muchos preparen las maletas, o guerras que desgarran a sus naciones. No es baladí que haya unos 42.5 millones de personas desplazadas y refugiadas fuera de las fronteras que les vieron nacer. En cualquier caso el mundo sigue girando y los seres humanos continuamos moviéndonos.
La migración siempre es un drama, porque supone, en muchas ocasiones, dejar atrás a toda la familia, niños pequeños que no podrán disfrutar de sus padres mientras crecen, los padres, el entorno, los amigos. Las consecuencias son múltiples y son objeto de distintos estudios.
Desde luego, el fenómeno de la migración es positivo. Tiene aspectos que no lo son tanto, pero que creo corresponden a los distintos tratamientos y modelos de integración que se han aplicado, que no han sido los más efectivos. La interculturalidad es el mejor de todos los que se han llevado a cabo y tomado como fórmulas de convivencia en los distintos países receptores de inmigrantes.
El respeto a la diversidad, la interacción, la bidireccionalidad son las fórmulas que pueden llevarnos a una sociedad más equitativa, justa y plagada de oportunidades.
No podemos mirar al migrante como algo extraño, sino como personas que "van y vienen" en busca de un futuro mejor. Y lo que nunca debemos olvidar es que de aquí han salido muchos a lo largo de la historia, y ahora, en estos momentos de profunda crisis, son otros países los que están recibiendo a nuestros hermanos, hijos y amigos porque nos están afectando las mismas faltas de oportunidades que hicieron que un día llegaran otras personas aquí desde diferentes lugares.
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