Es muy popular la frase que dice
que los grandes hombres nacen cada cien años. Y creo que tiene razón ese dicho.
José Francisco Peña Gómez es un
ejemplo de gran hombre del que habla la frase popular. Nacido de las entrañas
mismas del pueblo dominicano, llevó sobre sus espaldas la estigmatización por
su color y la duda infundada sobre su origen. Una duda sembrada y cultivada con
mucho cuidado y celo por parte de la más rancia derecha nacionalista
dominicana, que mira por encima del hombro y le da la espalda a la otra mitad
de la isla, arguyendo y reviviendo viejos recelos de luchas afortunadamente
acabadas, llenas esas consideraciones de las más sentidas muestras de racismo y
xenofobia.
El líder del más grande partido
de masas que ha parido la República Dominicana dio su vida por la que siempre
fue su patria. Desde aquel día en el que alzó su voz en La Voz Dominicana para
llamar al pueblo a tomar las armas en defensa de la democracia, arrebatada a la
fuerza por los representantes de la oligarquía, aquellos que nunca creyeron en
la democracia, se consagró como el salvador de la nación.
Su idea de la función del Estado
estaba comprometida con los valores más profundos de la socialdemocracia. Su gran
lema “Primero la Gente”, fue su seña de identidad. Su fuerza, la capacidad de
aglutinar en torno a él a cientos de miles de personas, su voz potente, su
imponente figura y esa sonrisa amplia y limpia que transmitía sinceridad, fueron
elemento que le ayudaron a configurar ese liderazgo.
La transformación social de la
República Dominicana era su más alta aspiración. La gente, el pueblo, al que
nunca se le ha reconocido su soberanía, y que ha sido secuestrado y masacrado
por los de arriba, los que nunca creyeron en la libertad y en la igualdad,
centraba todo su hacer. Le intentaron mancillar, pero no pudieron, porque la
conciencia limpia de José Francisco Peña Gómez y su nombre nunca podrán ser
pisoteados por esbirros de regímenes fascistoides con pretensiones de
instalarse nuevamente en nuestro país.
Lo único que impidieron,
utilizando las más bajas artimañas, fue su acceso a la primera magistratura del
Estado. Incluso en ese momento Peña Gómez demostró su altura e impidió, aún
siendo él la persona directamente afectada por el fraude electoral del 94, que
el pueblo se alzara nuevamente al escuchar su voz, la voz dominicana, la voz
del pueblo, en alguna emisora dominicana porque no quería que ningún ciudadano
pereciera, como tantos que dejaron sus vidas en las trincheras del honor en 1965.
Su vida la dedicó al servicio
público. Ganó las elecciones, sí. Las ganó. Pero pesaron más las maniobras
injustas y antidemocráticas.
En esas mismas maniobras estamos
inmersos en estos momentos. Y hoy que se cumple un año más del natalicio de
José Francisco Peña Gómez, es momento de pensar realmente en nuestra patria. En
momento de intervenir para que no se siga desangrando nuestra nación. Es
momento decir no a los corruptos, no a los abusos de los derechos
fundamentales. Es momento de decir sí a la tierra, al trabajo, a la seguridad
ciudadana, al ejercicio pleno de la libertad, a la igualdad de oportunidades.
Es momento de hacer más política social, más y mejor política. Es momento de
“un cambio de política y de políticos”.
Peña Gómez siempre estará en nuestros
corazones. Está en el alma del pueblo dominicano, porque representa esa
realidad, esa negritud, esa conciencia social, esa entrega… Representa la
esencia de nuestra República.
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