Por el simple hecho de ser mujeres ya parece que nacen marcadas, estigmatizadas, señaladas y condenadas a vivir constantemente defendiendo lo que es suyo; sus derechos, su vida. Tienen que luchar contra el mundo, contra su propio entorno para demostrar que son igualmente capaces que los hombres. Que esa burda falacia de que son "el sexo débil" no es más que la muestra de un pretendido ejercicio de dominación que ha funcionado durante muchos siglos, pero que llega a su final.
La propia Biblia ya las hace responsables del origen del pecado. Las mujeres son tan "malas" que llegaron a persuadir al "buen hombre" para que le comiera la manzana. Y eso que somos más de uno los que estamos convencidos de que ya había peras en el Edén, porque "las peras y las manzanas" existen desde el principio de los tiempos.
En definitiva, la causa de las mujeres ha sido siempre enfrentarse a la opresión, defenderse del yugo del "sexo fuerte" y seguir adelante. Pero hay unas que llegan a sufrir muchas veces más que otras, simplemente por el hecho de ser negras, extranjeras, pobres o lesbianas. Una múltiple discriminación que aumenta exponencialmente las desigualdades que les afectan
La semana pasada conmemoramos el Día de la Visibilidad Lésbica, una fecha en la que la comunidad LGTB reivindica los derechos de las mujeres lesbianas: que se les vea y que ellas mismas decidan ser visibles. Tener referentes es algo sumamente importante, por eso se hace necesario el que políticas, empresarias, artistas y un largo etcétera de mujeres lesbianas, decidan dar el paso.
Aparentemente en España las lesbianas lo tienen fácil. Sin embargo, siguen cargando en sus espaldas el peso del estigma como un pesado yunque. A pesar de todo ello, las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género, aprobadas durante los últimos gobiernos socialistas, han ayudado grandemente a que esa salida del armario sea menos traumática.
En otras latitudes las mujeres lesbianas sufren una persecución sistemática que les puede llevar a la cárcel, y el el peor de los casos a la muerte. África es el ejemplo más claro de esas políticas, con una veintena de países donde está prohibido cualquier manifestación de amor entre personas del mismo sexo.
En algunos países africanos muchas mujeres han sido sometidas a "violaciones correctivas" para tratar de "curarlas" de la "enfermedad" que padecen. Y otras tantas son expulsadas de sus poblados por "brujas" y entregadas a las autoridades para que las juzguen.
El oasis africano parece ser Sudáfrica, donde el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal.
América Latina, por su parte, está viviendo un gran momento en la lucha por los derechos LGTB. Argentina y Uruguay ya cuentan con leyes en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. El Congreso colombiano acaba de rechazar una proposición de ley para regular el matrimonio LGTB en el país, tal y como obliga una sentencia del Tribunal Supremo. A pesar de ello, Colombia es un país donde se reconocen uniones civiles a los homosexuales, al igual que Ecuador, Brasil; algunos estados de México, y en Norteamérica Canadá y algunos estados de los Estados Unidos, que reconocen matrimonio o uniones civiles indistintamente.
España ha servido de faro a muchos países de su entorno, tanto en Europa, donde podemos mencionar la reciente aprobación del matrimonio igualitario en Francia; como en América, donde los países de habla hispana se están apuntando al carro de la ampliación de derechos.
La visibilidad ayuda. Por eso es importante que trabajemos para que esa visibilidad, para que el disfrute de los plenos derechos ciudadanos sean posibles.
El año que viene estaremos celebran otro día más de la visibilidad lésbica, y seguro que ya serán más los nombres y los rostros de ellas.
El año que viene estaremos celebran otro día más de la visibilidad lésbica, y seguro que ya serán más los nombres y los rostros de ellas.
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