La noche del 27 de febrero de
1844 un grupo de hombres y mujeres que llevaban meses conspirando contra el
gobierno despótico de Herard, proclamaron la independencia de la República
Dominicana.
La gesta patriótica estuvo,
inspirada por los ideales de libertad que preconizó la sociedad secreta La
Trinitaria, fundada por Juan Pablo Duarte, fue la culminación de una aspiración
que empezó en 1821 cuando José Núñez de Cáceres proclamó la independencia del
Estado Libre del Haití Español, nombre con el que se conoció la primera experiencia
republicana que tuvimos los dominicanos.
Mucho se ha escrito sobre la
independencia, pero hay verdades que pocos se han atrevido a decir por temor a
que se les tache de antipatriotas. O incluso, respondiendo a una línea
preconcebida, se ha generado un estado en la mente de los ciudadanos dominicanos
de constante recelo frente a los haitianos. Por ejemplo, se nos ha insistido
siempre desde los primeros años de escuela en la llamada “ocupación haitiana”, uno
de los episodios nacionales más oscuros de nuestra historia, cargándolo de una
connotación exageradamente negativa.
La invasión no fue tal y como nos
la han pintado. Sí que se produjo, pero no fue a sangre y fuego. El descontento
que produjo la independencia proclamada por Núñez de Cáceres al no contemplar,
entre otras cosas, la abolición de la esclavitud, y al no ser reconocida, como
él pretendía por la Gran Colombia de Simón Bolívar, trajo consigo un mar de
incertidumbres dentro de la población y mucho más en los comerciantes criollos
que veían sus negocios peligrar, porque España no estaría dispuesta a reconocer
a su provincia de ultramar la independencia que acababa de declarar.
Pablo Báez, uno de los más
importantes comerciantes del sur del país y Alcalde de Azua, padre del que
fuera posteriormente cinco veces presidente de la República, Buenaventura Báez,
hizo acopio de las buenas intenciones de los gobernantes haitianos traídas por
su mensajero Disier Dalmasí. Pronto, la estabilidad que ofrecía la adhesión de
la parte este de la isla con la República de Haití, coló en la mente de los
dominicanos, hasta el punto de que los cabildos de ciudades fronterizas desde
los primeros días del mes de diciembre de 1821 habían proclamado su unión a la
vecina nación.
Núñez de Cáceres se vio obligado
a entregar las llaves de la ciudad de Santo Domingo a Boyer, quien desde enero
de 1822 se convirtió en presidente de toda la isla, unificada bajo una misma
República.
Se proclamó la abolición de la
esclavitud, se dio participación en el Congreso a los ciudadanos de la zona hispana
y se convivió establemente, hasta que los desmanes del gobierno, el cierre de
la universidad, la creciente presión frente a la oficialización del francés
como idioma de la isla, que pretendía lograr que los nacionales olvidaran el
español, que era su lengua natural, y las ideas revolucionarias que trajeron
algunos dominicanos que había vivido en Europa, Estados Unidos o Suramérica,
así como el movimiento revolucionario surgido en 1843 que dio con el
derrocamiento de Boyer y la instauración de un nuevo régimen, esta vez
capitaneado por Chales Herard.
Las presiones contra los
revolucionarios organizados en torno a La Trinitaria y otras organizaciones
secretas, así como las ideas de los conservadores que pretendían devolver la
isla a España, o los afrancesados que quería que la misma se convirtiera en un
protectorado francés, desató la persecución contra los dominicanos. Duarte tuvo
que salir del país, y al mando de los revolucionarios quedó Franciscos del
Rosario Sánchez, un joven abogado negro que supo gestionar de manera eficiente
el grupo y proclamó la noche del 27 de febrero la independencia de la República
Dominicana.
Se convirtió en el primer
mandatario de la nación, ya que esa misma noche se formó la Junta Central
Gubernativa provisional en la que los independentistas tenían un mayor peso. Sin
embargo, la influencia de los conservadores logró que el 28 de febrero se
modificara dicha Junta y quedó Tomás Bobadilla como presidente de la misma.
Aunque reconozcamos a Duarte como
el inspirador de la gesta independentista, y como Padre de la Patria, lo justo
es otorgar el primer lugar a Sánchez, ya que fue el brazo que se levantó, a
pesar de las trabas impuestas por algunos, y dejó su vida siendo fusilado en el
paredón por defender a su patria.
Los intereses de las oligarquías
dominantes en la República Dominicana no han querido reconocer, en muchas
ocasiones, el mérito extraordinario de nuestro primer jefe de gobierno, y Padre
de la Patria. El color de su piel ha condicionado ese reconocimiento, hasta el
punto de que vemos a un Sánchez totalmente blanqueado en muchísimas
ilustraciones de pintores reconocidos.
Hoy es un día en el que los
dominicanas y dominicanos nos sentimos muy orgullosas y orgullosos de poder
celebrar nuestra independencia. Pero ya es hora de ir desmitificando
cuestiones, desempolvando historias escondidas adrede, esclareciendo y
enseñando. Es hora de llevar la verdadera historia a las escuelas, es necesario
el 4% para la educación y más seguridad ciudadana, más trabajo y que nuestros
jóvenes tengan un presente digno para que su futuro sea lo que ellos soñaron.
Para que la República Dominicana sea por lo que Sánchez, Duarte y Luperón
siempre lucharon.
Feliz Día de la Independencia!!!